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Lulú triunfa en Hollywood

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Nada en particular. Con suerte una taza de café y una mirada al espejo del ascensor para cerciorarme de no haber perdido nada la noche anterior. A veces desearía que fuesen diferentes, me conformaría incluso con algo trillado y cinematográfico, ya saben, huevos revueltos y frutillas. O media botella de Vodka.

Sin embargo debo confesar que mis mañanas no son peores que mis noches. Son aburridas, lo admito, pero sangran menos.

Mis noches sí son peculiares. Comienzan en el momento justo en que los temblores brotan de mis manos, vibrando como las cuerdas de un piano viejo. De un piano cuya melodía está a cargo de una señora delgada, cubierta por finísimos vellos blancos. Perturbada y desequilibrada, por supuesto. Colmada de visiones y verdades.

Cuando mi piel se ilumina con las ampolletas, segrega el líquido de todos mis miedos. Los malditos salen de las cuevas porosas de mi cutis, reuniéndose en sindicatos de odio y catástrofe.

El sonido de mis neuronas conspirando con sus sinapsis coléricas me altera.

Mis mañanas son completamente fastidiosas, pero las peleas nocturnas ya son insoportables.

Mi cuerpo, impertinente, se aprovecha de la desagradable situación de medianoche para hacer todos sus descargos.

Después de la agotadora jornada noctámbula, cuando despierto al día siguiente para iniciar mi nada particular rutina, no puedo quejarme. Una mañana repetida es mejor que una noche de pesadillas, tal como una uña de menos es superior a una paliza.

Lulú triunfa en Hollywood10:35 p. m.
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Larga vida al Rey

Y caminar por ahí era como ser un gigante huyendo por una ciénaga. Un lodazal de alucinaciones. Es un charco pegajoso fabricado con cuero.

Aun le quedan algunos pelos. Es gracioso, porque sigue creciendo, aun después de la muerte. Aparece en lugares inesperados. Parajes inhóspitos, en territorios lejanos y salvajes.

Ni agua ni lejía pueden hacer que se vea mejor, solo empeoran su textura de frío escandinavo.

Un imperio construido sobre fuego y sal, hoy es un minúsculo pueblo de amoníaco, tesorero de ébano y témpanos.

Su pasión fue absorbida por la impaciencia fermentada del tiempo.

La tierra se come sus manos y exige diamantes. Los gusanos, raíces del infierno, nacen en los pozos y las torres.

Patria de larvas y moscas, fría y pegajosa, con la piel vestida de negro y azul, con la sangre petrificada y la mirada devorada.

Dios salve a la Reina.

Larga vida al Rey.

Lulú triunfa en Hollywood5:58 p. m.
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