Lulú se fue a la guerra con ganas de matar. Llegó allá con una pistola y un saco de habichuelas mágicas y enseguida se puso a disparar. Mató en total a 333 hombres y a su mamá. El Sol salía y los pajaritos cantaban alegremente.
Lulú estaba tan manchada en sangre, que no podía ver más que 10cm de su nariz en adelante. Grande fue su sorpresa cuando ve 10cm de cuchillo pasar frente a ella. Nunca supo que el artefacto en cuestión medía por lo menos 17 cm, pues cayó muerta antes. Fue su padre alcohólico el asesino, en venganza de su madre. "Nunca creí que fuese realmente mi hija", le contó luego al juez, "su madre era muy conocida en el puerto"... "perfecto, entonces", respondió el juez, y el padre quedó en libertad.
Lulú llegó a las puertas del Cielo, viendo San Pedro tanta inocencia en aparencia, la dejó entrar no sin antes darle unas palmaditas en sus nalgas de niña. "Al fondo a la derecha se encuentra con Dios, avísele que llegó, mijita".
Lulú llegó donde Dios y se sentó en sus piernas, "es más divertido Santa Claus" pensó.

-Dime, tierna niña... ¿te gusta jugar a las muñecas?, ¿te gustan los baños de burbujas?, ¿y que me dices de las galletas de chocolate?.
-Pues la verdad, prefiero invitar a las hadas a tomar el té, bañarme desnuda en el río y comer queso Camembert.
-Y dime, tierna niña, ¿has cometido algún crimen en tu corta vida?
-Sí, señor.
-¿Como así, tierna niña?
-Fui a la guerra con ganas de matar, llegué allá con una pistola y un saco de habichuelas mágicas y en seguida me puse a disparar. Maté a 333 hombresd y a mi madre. El Sol salía y los pajaritos cantaban. Amén.
-¡¿Pero qué has hecho niña?! ¡Te irás al infierno por pecadora y ahí sufrirás eternamente por los siglos de los siglos!
-Amén.

Lulú llegó al Infierno, sin encontrar el sufrimiento que encontraba. "Dios me ha engañado", pensó astuta, la muy puta.

Sacó el saco de habichuelas mágicas y las plantó sobre un cuerpo putrefacto "Dios bien sabe que lo podrido es buen abono". En un abrir y cerrar de ojos, una enorme planta de habichuelas creció, destrozando miles de cuerpos con sus grandes raíces. Los pecadores gritaban de alegría y dolor, agradecían a Lulú con felicidad, pues preferían sentir dolor a ser aburridos cuerpos entumecidos.

Lulú pusó una mano en la planta, un pie un poco más abajo y comenzó su ascenso hacia el Limbo. "San Pedro, permitiré que me des un par de palmaditas si a cambio me dejas entrar a ver a Dios". Un pervertido como nuestro Pete no podía negarse.
Lulú, conteniendo la ira del engaño de dios, cuando tuvo al Todopoderoso frente a ella, empuñó su mano, escupió al piso y lo ataco con la boca abierta. Arañazos y mordiscos pueden ser mortales cuando se trata de una pequeña niña enojada. Luego de minutos de batalla, entre más escupitajos, sangre, pelo de barba volando por los aires, moretones, venas rotas y carne tibia y salada, Dios no pudo más.

Y así, señores, queda oficialmente escrito que Dios ha muerto, y a nadie le importa. Y esta vez, es en serio.